Debemos reconvertir todo lo que nos han enseñado: Planta un hijo, tén un árbol, lee un pinche libro...

miércoles, 29 de junio de 2011

El cosmos del curioseo

El mundo se ha vuelto curioso. Todos y cada uno de sus habitantes han terminado por contagiarse de tan impertinente ejercitamiento; la dispocisión, de repente, parece constituir el complemento absolutista, casi dictatorial por descubrir lo nuevo que podría encontrarse dentro de lo nuevo y claro está, entendiendo como "nuevo", a todo aquello se encuentra a la espera de ser descubierto.

El contagio por tal afición, terminó por convertirse en una epidemia que contaminó a todos. Los seres humanos parecen zombies ahora, pero zombies realmente vivos, regocijantes de vida y no como esos "muertos vivientes" de la ficción terrorífica caminando sin rumbo fijo, ávidos de glotonería cerebral, carne humana para alimentarse y sin saber realmente qué es lo que quieren. ¡Sí!, así igual que como los vemos en las películas y que nada tiene de diferente a la realidad que se vive fuera de este cuento en donde los humanos coexisten de igual manera. En la vida "real", pa' que me entiendan.

Los primeros infectados de tan afortunado suceso, fueron notables por detener el tráfico en una de las arterias de mayor circulación vehicular. ¡Casi ocasionan un accidente!, una carambola de vehículos automotores cuando decidieron parar sus autos simplemente para contemplar, absortos, la maravilla que ostentan dos caracoles al deslizarce plácidamente en su andar y "a gran velcidad". -¡No mames! ¡Qué chingonería! ¿Te habías dado cuenta de la estela plateada que deja la baba cuando se seca, de este par de cabrones?- Le compartía con tan soez interrogante, uno de ellos al otro.

No tardaron en sumarse a tal acto sin importancia, toda una multitud de enardecidos conductores para extender su incomformidad a ese par de irresponsables; (y con la seguridad de reprenderlos enérgicamente), decidieron hacer... ¿Qué iban a hacer? Olvidaron por completo su cometido. Al llegar al lugar de los hechos e infectarse por el contacto cercano de los ya curiosos infecciosos (que casi ocasionan el accidente), sucumbieron de igual manera.

Uno de ellos se mantuvo renuente para no sucumbir a la locura de los demás contagiados; esa misma renuencia lo llevó a mirar el cielo nocturno. Ese simple acto lo inmovilizó, lo conmocionó y comenzó a preguntarse si las estrellas que miraba, solo resplandecían con luz visible porque esa luz que veía, ahora la escuchaba. -Las estrellas no solo las vemos, si se dan cuenta, también se pueden escuchar- Le decía a los que se encontraban a su alrededor y sin importarle si realmente lo escuchaban.

-¡Ya las ví! ¡Ya las escuché!- Decía el que se encontraba a su lado -¡Y también tienen olor! ¡Esas estrellas huelen a nosotros, a todos nosotros!- Detrás de este par de "locos", una mujer decía: -¿Ya sintieron eso? ¡La Tierra se mueve! ¿Ya lo sintieron? ¡Cierren los ojos y no piensen en nada para sentir!-

Los casos de infección por curiosidad, siguieron y prosiguieron en un eterno etcétera. Imagínenlo ustedes mismos, sean curiososos.

Cosmos, en griego, es más o menos lo mismo que cáos. La gente a perdido la cordura, el planeta se encuentra inmerso en una interminable sucesión de ilusiones, de soledades, de nadas, de vida real. La curiosidad gobierna en estos momentos y ese simple hecho alivia de cierta manera la verdad inescrutable de los enunciados anteriormente descritos. 

La curiosidad, rejuvenese, vamos a darle cabida. ¡Qué si no otra cosa le puede dar sentido a nuestras vidas! (¿?) La curiosidad nos mantiene vivos. 

Yo creo que viviré dentro de este cuento; lo he decidido...

FIN

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