Debemos reconvertir todo lo que nos han enseñado: Planta un hijo, tén un árbol, lee un pinche libro...

miércoles, 22 de junio de 2011

La emancipación compasiva

A René lo "picaron" las hormigas cuando trató de salvar a una de ellas que, a su parecer, se encontraba sola, desamparada y lejos de su hormiguero. -Es que la quería llevar con sus hermanitas- le dijo a su madre cuando ésta lo atendía de las picaduras.

Gustavo se empeña en regresar al mar todo tipo de vida marina que encalla en las playas cada que la marea sube más de lo normal y deja varadas a tanta variedad de especies en la arena y lejos del agua marina. Toma lo que puede en su playera que convierte en un saco y luego arroja su captura de regreso a esa inmensidad acuífera.

Mercedes es más refinada, protege a las orugas de su jardín y ante la acometida de los depredadores naturales de éstas últimas, las arropa, corta ramas de los árboles y luego las introduce en la seguridad de su cuarto para que cumplan con tranquilidad su metamorfosis. Su mejor regalo, es verlas construir un capullo para después salir del mismo convertidas en hermosas mariposas.

Roberto es considerado un "niño problema" porque siempre se empeña en liberar a los pajaritos que su padre compra para mantenerlos prisioneros dentro de jaulas de alambre. No comulga con la idea de mantenerlos encerrados e infelices. Su empatía, le da para razonar de esa manera y a sus escasos 10 años de edad, ni siquiera sabe el significado de dicha palabra, solo ostenta la seguridad dentro de sí mismo, de que cualquier acto que atente contra la libertad, no es correcto. -¿A poco te gustaría que a tí te mantuvieran encerrado?- Le dice a su padre cada que lo regaña por sus "rebeldías".

Yo era más simple, más básico cuando niño. El dinero que me daba mi madre para gastar en la escuela, y si necesitaba algún "refrigerio", lo guardaba, me aguantaba el hambre y al salir de clases lo invertía en comprar ranas. Guardaba el dinero que me daban y después lo invertía para pagarle a un desconocido que siempre nos aguardaba a la salida de la escuela con peceras atiborradas de animalitos acuáticos. Las ranitas eran lo más barato que tenía, y por consiguiente, lo que se encontraba más a mi alcance para poderlas llevar. Al llegar a mi casa las liberaba a todas en mi jardín.

Como adulto sigo tratando de defender la vida en cualesquiera de sus variedades. Hace poco regañé a un amigo que asesinó a un pobre grillito que se metió a su casa; sintió la solemnidad de mi reprenda por tan nefasto acto y me dijo que no tenía sentido "clavarme" demasiado por defender la vida de un simple bicho. Me encabroné, le platiqué todo acerca de los párrafos anteriormente escritos y le dije lo siguiente: -¿Tú quién eres para decidir la vida de otros seres vivientes y más aún cuando ellos, por antonomasia, les corresponde mayor derecho a existir que a tí y a mí en este mundo?-

Preguntémosle a la hormiga de René, pregutémosle a los animalejos marinos que se empeña en salvar Gustavo, preguntémosle las orugas de Mercedes, a los pajaritos de Roberto, o a mis ranas si es que ¿no tiene sentido la vida y salvaguardarla para que prosiga con su camino? 

Un simple acto de emancipación compasiva tiene sentido; al menos, para estos animalitos, lo tuvo...

FIN 

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