María no es una mala persona, solo se encuentra equivocada, vinculada a la frustración. Desde niña, sus padres la trataron como a una princesa, pero nunca le dijeron que no lo era; se les olvidó explicarle que la vida es injusta y que, ante el amor paternal, existen muchas otras circunstancias ajenas que demeritan lo que sienten todos los padres por sus hijos y que ese sentimiento, no se aplica universalmente. Ella creció con la falsa idea de que el mundo debía de servirle, ahí la raíz de sus males presentes.
Ella nunca fue "agraciada físicamente" hablando y eso no importa, ¿cuántos de nosotros realmente lo somos en una sociedad que no mira más allá de nuestro aspecto y cuando la belleza solo se traduce en un simple y vulgar concepto?
María nunca se "cultivó" en las artes de embellecer "su interior", en alimentar su personalidad, lo que realmente reflejamos con nuestro comportamiento. Hizo todo lo contrario: osada y atrevida en "el arte" de comprar todos aquellos productos "embellecedores" y mágicos que la transportarían al planeta de la aceptación, perdió la mitad de su vida y mucho dinero, mucho dinero. Las revistas del chisme de "la farándula", constituían la sabiduría vulgar para entablar una plática amena en los círculos donde se desenvolvía, y de la televisión, mejor ni hablamos; ésta última se establecía como el mejor de sus maestros, su gurú "educacional". ¿Cuántos "hombres" no "hacemos" lo mismo? (¡!)
María ahora tiene 40 años, se mantiene plácidamente trabajando para una empresa que la remunera económicamente bien, su trabajo, constituye en llevar a cabo lo que le encomienda su jefe inmediato y lo hace bien; le exige los mejores resultados para la empresa y ella los lleva a cabo sin importarle ser grosera y pisotear a quienes dependen de "sus resultados". Su frustración la ha convertido en "un ogro". Es mal encarada, déspota, egoísta, mentirosa, aduladora, traicionera, soéz, etc., y demás adjetivos calificativos que quieran colgarle.
Su jefe inmediato siempre habla de ella como un simple instrumento por el cual recibe "reconocimientos"; y cuando se encuentra "en confianza" (éste último) con sus jefes superiores y le preguntan "¿cómo le hiciste?", el responde lo siguiente: (textual) "Así son todas las pinches viejas feas, son dedicadas y por eso no me gusta contratar a viejas "bonitas y pendejas".
María se siente aceptada, en el fondo piensa que su jefe realmente la nececita, pero no es así. Sus frustraciones la llevan a vivir un mundo imaginario, se cree y se siente indispensable y "respetada", pero la realidad es distante en estos aspectos: "todos" hablan mal de ella, a nadie le agrada, "todos" se quejan de su trato y nadie hace nada por cambiarlo.
<<Éste es un cuento-relato de ficción. Cualquier parecido con la coincidencia, es mera realidad>>
Cuando me paro frente a ella, frente a María, para tratar cualquier asunto que le compete y por consiguiente le interesa a la empresa en la cual los dos laboramos, (sí, es una compañera de trabajo), le esbozo la mejor de mis sonrisas, le hablo con las palabras más cálidas con que un ser humano se puede dirigir a otro ser humano y le pido lo que nececito. El resultado es mágico: ella me contesta desde su escencia perdida con otra sonrisa, y sin "coquetear", guardando distancias, me agradece de igual manera y después me resuelve mi problema sin necesidad de tanto "argüende".
Yo creo que todos, de cierta manera, nos encontramos vinculados a la frustración.
FIN.
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