Debemos reconvertir todo lo que nos han enseñado: Planta un hijo, tén un árbol, lee un pinche libro...

jueves, 16 de junio de 2011

A la deriva

Para  "Emily", co-autora de lo que lleva por título éste cuento:

El pescador llevaba tanto tiempo en alta mar que terminó perdiendo el rumbo. Se sentía confiado de no haberse alejado demasiado de la costa, pero a la vez estaba consciente de que las mareas son traicioneras y pueden desviar facilmente a una embarcación pequeña como la suya. Tres semanas habían pasado desde su infortunio y comenzó a preocuparse más por la falta de víveres y agua dulce, que por el lapso de tiempo real que llevaba perdido, así es, se encontraba perdido y no lo aceptaba.

La única brújula con que contaba, eran las estrellas nocturnas que no podía observar por culpa de "una manta de neblina espesa que cubría su horizonte de costado a costado"; hacía tanto tiempo que no las contemplaba, que comenzó a pensar en todas esas situaciones fatalistas en las que piensan quienes sienten una muerte cercana e inminente. Optó por dejar de buscarlas aún cuando se despejaba el cielo; su otra brújula, era la melancolía que lo invadía a cada instante, a cada segundo y se traducía en un sentimiento de culpabilidad por todo lo malo que había hecho en su vida.

Pasada otra semana, nuestro pescador dejaba de serlo para convertirse en un náufrago, no cabía la menor de las dudas; cuatro semanas ya constituían una señal de alarma para que sus familiares y amigos (que constituían la mitad de ese pequeño islote-pueblo pesquero) salieran a buscarlo en compañía de la otra mitad "del pueblo" pesquero y apesadumbrado. Es curioso, pero la naturaleza humana, ante una desgracia singular, siempre se transforma en una pluralidad total por tratar de ayudar en algo. ¿Altruismo falso? ¿Egoísmo ético? -¡Da igual!, ¡Que me encuentren y ya está!- pensaba el desdichado.

A la quinta semana, el infortunado protagonista de este cuento ya se daba por muerto, y como tal, había tenido tiempo de sobra para recapacitar sobre su vida, buena o mala y otorgarse un perdón. ¿De qué? Eso solo lo sabe él y hay que respetarlo, no nos compete inmiscuírnos en tan delirantes demonios; tal vez los puso a trabajar y eso es muy respetable, respetémoslo, no somos nadie para juzgarle y menos aún cuando se acepta lo que pocos nos atrevemos a reconocer: que la vida es efímera y la muerte algo que no podemos evitar.

Dos días después, el pescador-náufrago tocó tierra, no lo creía y con las fuerzas que aún mantenía, bajó de su pequeño navío, reconoció la geografía del terreno y entendió entonces que la misma marea "traicionera" que lo había alejado de su hogar, era la misma que lo vomitaba de regreso. El "pueblo" se encontraba desolado, todo mundo se mantenía en su busqueda y la soledad, la soledad se respiraba por sí misma y en toda la superficie de lo que sus ojos le daban para observar, le dolía fuertemente la cabeza. -Ha de ser por la deshidratación- Suponía.

Nada importaba en ese momento, no se sentía feliz, tampoco estaba triste, solo pensaba hacia sus adentros y agradecía el hecho de seguir vivo. ¿A quién? Nunca lo sabremos, pero aquí entre nos, les platico la realidad de este suceso: nuestro pescador jamás salió de pesca, es más, jamás se internó en el mar. El día que pensó haberlo hecho, solo fue porque tres litros de aguardiente lo mantuvieron intoxicado en tan demente alucinación. Sus familiares y amigos solo se mantuvieron a la espectativa para estar seguros de que no cometiera alguna tontería dentro del bote encallado a la orilla de la playa.

Todo fue una ilusión, y si la vida es lo mismo, entonces busquemos crear la mejor de ellas. Nuestro pescador se mantuvo a la deriva, regresó de "la muerte" y no para morirse, renació, solo se renovó después de ese "gran viaje". ¿Y si la vida es solo eso? ¿Una ilusión? ¿Una embriaguéz? ¿Una alucinación? ¿Un "gran viaje"? ¿Estamos a la deriva? Yo creo que sí, pero eso no importa, demasiadas preguntas para responder en un simple cuento...

FIN 

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