Debemos reconvertir todo lo que nos han enseñado: Planta un hijo, tén un árbol, lee un pinche libro...

martes, 9 de agosto de 2011

Apegados a lo irreal

Todo cuanto existe en esta sociedad es fingido, adulterado y simulado; pensaba hacia sus adentros Damián. La noche anterior había convivido con varios de sus amigos, o mejor dicho, compañeros de trabajo y la resaca que experimentaba en esos momentos, solo le daba para pensar en un buen trago que aliviara los síntomas propios de quien se ha excedido en los excesos del alcohol.

Cada quien le da sentido a su vida como puede, pero ¿porqué no hacerlo leyendo un buen libro o viendo una película chingona? 

Damián es un tipo práctico que no se clava en pensar más allá de su propia existencia, le molestan las personas que de una u otra manera buscan a toda costa la aprobación de los demás y que aparte intentan desacreditar a otras por medio de comentarios pendejos casi salidos de una vulgar telenovela; también le encabrona que la gente trate de despertar sentimientos autocompasivos en uno que otro comentario que hacen para conseguirlo. Qué güeva, neta...

Si la gente no se clavara tanto en ver lo que hacen los demás, comenzarían a liberarse de ese maldito apego a lo irreal. Pero bueno, al menos el que no hablen de uno equivale a ser peor que hablen mal de uno...

Todas esas reflexiones las concebía días después de dicho convivio y más propiamente por haberse enterado de los comentario hechos hacia su "alcoholizada persona": "que si estaba muy pedo", "que si tomó demasiado", "que si así se iba a ir", "que si..." ¡Pinche gente! Si no hubiera tomado, hubieran dicho que qué mamón y aburrido, es más ¿pa' qué compraron alcohol? ¡jah! El que toma vino, se emborracha, ¿o no? Jojo.

¡Qué mamadas!, neta que eso sucede por alimentarse de telenovelas, reality's show, futbol, revistas de chismes, más pendejas telenovelas, programas de chismes de la farándula y música de esa plagada de letras pendejas y atiborradas de sentimientos inútiles. Para la otra mejor me meto en la cantina de peor reputación, de esas mal llamadas de "mala muerte"; al menos ahí los borrachos entran para encontrarse con sus propios demonios y para fraternizar con los de los demás, ¡oh, sí!

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