Debemos reconvertir todo lo que nos han enseñado: Planta un hijo, tén un árbol, lee un pinche libro...

martes, 16 de agosto de 2011

Aferrados a nada

Quien no entiende y tampoco comprende que su existencia por si misma es mágica, termina revolcándose cual vil puerco en el lodo de las aspiraciones falaces, de las ambiciones simples y de los intereses mundanos... -discurría Roberto después de enterarse que una exigua amistad, había optado por ese tipo opciones-.

Susana es el nombre de la susodicha exigua, extinta e insignificante amistad olvidada; hacía un par de meses que Roberto se había molestado con ella. Traiciones que parecen simples y antagónicas detonaron el hecho que para él, constituían una falta mayor: Cuando se traiciona la confianza en las palabras, se traiciona toda confianza dentro de una relación, cualquiera que sea entre personas. O somos, o no somos. No existen puntos intermedios para con nosotros los seres humanos... -fueron sus últimas palabras antes de decidir terminar con dicha amistad-.

La sociedad no es más que una verdadera marranada que nos bombardea con basura ideológica y mensajes sencillos, simples, que rayan en la más vulgar de las ambigüedades. Roberto piensa que debemos de entender que cada quien ostenta el poder ineludible de hacer lo que le venga en gana con su existencia, pero tampoco termina por comprender que la vida es más que dilapidar dicha existencia en terminologías llanas y compatibles con un edonismo filosófico barato.

De vez en cuando pregunta por Susana, se entera de primera mano de lo que está haciendo con su vida y todo porque no termina de decifrar esas miradas furtivas que ella le lanza cada que se lo encuentra o puede verlo de frente. Roberto escudriña los vacíos para no cruzar su mirada con la de ella, impugna, se opone, pero no deja de pensar dentro de su ser que debería de hacerlo y después de recapacitarlo se pregunta: ¿para qué? ¿para qué Roberto?

Susana no es mala, Roberto piensa que solo está confundida por no terminar de entender que el mundo es más que dinero, que es más que un auto último modelo o la ropa de moda que se exhibe en esos aparatosos centros comerciales caros que te invitan a gastar en lo que no necesitas y que terminan por convertirse en la mejor opción para compensar los vacíos. 

Aparte de salir con dos tipos y autoengañarse a si misma, Susana sigue pensando que su triángulo de traición la hace parecer "maquiavélica" por la actitud con que lo platica.

¡Vale madres!, si supiera jugar ajedrez o al menos se interesara por saber quién fue Juana de Asbaje o Rosario Castellanos, me cai que rectificaba su camino... ¡Y no digamos que leyera El Príncipe de Nicolás Maquiavelo!  

Roberto se engaña, se sigue engañando pensando que Susana cambiará algún día. En el fondo traiciona sus propias conjeturas acerca de permitir que sea para si misma lo que desee ser para si misma y también porque en el fondo de su ser, espera un final feliz como esos que solo suceden en las películas "joligudenses".

En ocasiones su razonamiento lo invade, Roberto acepta las realidades y recuerda la vez en que le pagó a una señora un jugo de naranja, ¿cuánto le debo? -preguntó Roberto- siete pesos... Él le dió doce pesos a la señora, esperó que ella  lo corrigiera y al percatarse que no lo hizo y se embolsó rápidamente el dinero y decirle, "gracias", se dijo así mismo: ¡Qué lástima!, por cinco pesos... ¡Qué desilusión! -Eso mismo piensa de Susana, pero recordémoslo: solo cuando su razonamiento lo invade...

¿Porqué nos aferramos a nada? -se pregunta y piensa Roberto- Así deberíamos de pensar y preguntarnos siempre.

FIN

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