Debemos reconvertir todo lo que nos han enseñado: Planta un hijo, tén un árbol, lee un pinche libro...

viernes, 19 de agosto de 2011

La secesión de la soberbia

Deberíamos de discordiar a la discordia, de segregar a la soberbia, de mandarla diréctamente a una secesión sempiterna... -Es lo que piensa Jenny cada que cruza "la frontera" para enriquecerse y también, porqué no, para terminar de seguir enriqueciendo a los de por si ya enriquecidos vecinos "del norte" y con su sola presencia.- Ella ostenta los recursos "necesarios" para hacerlo sin ningún problema, y por antonomasia, erige su libre derecho de llevarlo a cabo sin necesidad de trámites a todas luces vergonzosos e indiscriminatorios que se le imponen a otros. Ella posee la "doble nacionalidad". 

Si nos detuviéramos a pensar por un momento acerca de la insultante nimiedad e insignificancia de lo que representamos como planeta, (no digamos como seres humanos) dentro de este vasto Universo, terminaríamos por comprender que la soberbia de algunos por sentirse dueños de algo, es igual de ridícula y sin necesidad de hacer la mínima de las comparaciones. No existirían las "fronteras"... -Espeta hacia sus adentros-

Jenny es una persona de acciones simples, buenas y eso la lleva a pensar que no necesita de credo alguno. En realidad va por el camino correcto y sin saberlo, actúa como todos deberíamos de hacerlo. Lo desconoce, pero en el fondo de su ser se siente segura de creer sin temor a equivocarse, que las buenas acciones equivalen a una oración sin palabras que escapa y a la vez contiene, todas las filosofías, todas las ideologías, todas las religiones.

Jenny, como todos nosotros, no descansa en buscar ese complemento que nos hace falta para terminar de llenar el hueco con el que nacemos, con el que llegamos a este mundo. Ella no lo sabe, ¿quién lo sabe?

Y así mismo, sin saberlo, se conduce al más puro estilo de Los amorosos de Jaime Sabines:

"Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida."
  

Jenny es mi amiga, agradezco su amistad; y aunque en ocaiones parezca que la descuido, no es así. Como muestra, este escrito dedicado a ella, y solo a ella...

FIN 

jueves, 18 de agosto de 2011

Ataviados por los prejuicios

Raro, loco, diferente, grosero (por ser honesto), "inteligente", Jipie, borracho, marihuano, "tú que lo sabes todo", y demás etcéteras, es el catálogo de adjetivos calificativos y demás semi frases inconexas y agraviantes que le recetan a las personas que solo quieren ser si mismas. Eso sí, somos unos chingones para ver en el ojo ajeno la paja escondida y no el tronco caido y atravezado en el propio.

 Es más fácil arrastrarse que volar, eso es indiscutible. Cuando de repente te vistes de manera por así decirlo "inusual" y alguien conocido te dice: "¡qué bien te ves!", el mensaje que te manda es el siguiente: "Me agrada tu apariencia, tu ropa, esa prenda nueva y costosa que portas en este momento, el arquetipo que representas hacia mi gusto, me gusta lo que quisiera que fueras para mí, etc., etc., etcétera..."

¡Chinga'os!, tan lindo e igualmente inusual sería que dijeramos lo siguiente: "No te puedo decir que te ves bien porque siempre veo en ti a la misma persona honesta y sincera. Es más, estoy seguro(a) que en realidad tú haces ver bien todo lo que te pones..." Al menos, y por breves segundos desafiaríamos a los malditos convencionalismos.

Nos encontramos ataviados a los prejuicios y me incluyo. No por experimentarlos de igual manera, pero digamos que solo para ser solidario con todos aquellos que sientan en el fondo de su ser lo que están leyendo. El mundo en el que vivimos es uno, sí!, la vida que vivimos es una, sí!, pero no por eso debemos desperdiciarla a lo pendejo.

¿De qué nos sirve estar al pendiente de las demás personas y no ocuparnos de nuestra propia existencia? La verdad, ¿de qué nos sirve? ¿a poco el hacerlo o no, va a cambiar nuestras vidas? El mundo es bueno, la vida un poco más... ¿Porqué no agradecerlo en lugar de perder el tiempo en pensamientos inútiles?

En ocasiones me imagino futuros cataclísmicos de esos que tanto le gustan a los gringos en sus películas y que nos deparan un atróz final para todos. Si, para todos... y así como los imagino, en ocasiones los deseo: me gustaría que al igual que el cuento tonto, bíblico, apocalíptico y más bien conocido como el armagedón, se convirtiera en realidad. Imaginémoslo: Lumbre, metéoros siderales cayendo del cielo anunciando el fin de la humanidad, destruyéndalo, mejor dicho.

¿Se lo imaginan? A mi me daría mucho gusto, me parecería uno de los actos más democraticamente justos en esta tonta historia que hemos construido. Si eso sucediera en cualquier momento, recibiría el castigo "divino" con gusto. Al menos me retiraría de este universo como el ser humano que a diario me esfuerzo en ser y no como el simple mono desnudo en que se empeña en ser la mayoría de la gente que me rodea... Y si, soy diferente, loco, simple, raro... ¿qué más? Los invito a juzgarme en razón a sus prejuicios...

FIN.

martes, 16 de agosto de 2011

Aferrados a nada

Quien no entiende y tampoco comprende que su existencia por si misma es mágica, termina revolcándose cual vil puerco en el lodo de las aspiraciones falaces, de las ambiciones simples y de los intereses mundanos... -discurría Roberto después de enterarse que una exigua amistad, había optado por ese tipo opciones-.

Susana es el nombre de la susodicha exigua, extinta e insignificante amistad olvidada; hacía un par de meses que Roberto se había molestado con ella. Traiciones que parecen simples y antagónicas detonaron el hecho que para él, constituían una falta mayor: Cuando se traiciona la confianza en las palabras, se traiciona toda confianza dentro de una relación, cualquiera que sea entre personas. O somos, o no somos. No existen puntos intermedios para con nosotros los seres humanos... -fueron sus últimas palabras antes de decidir terminar con dicha amistad-.

La sociedad no es más que una verdadera marranada que nos bombardea con basura ideológica y mensajes sencillos, simples, que rayan en la más vulgar de las ambigüedades. Roberto piensa que debemos de entender que cada quien ostenta el poder ineludible de hacer lo que le venga en gana con su existencia, pero tampoco termina por comprender que la vida es más que dilapidar dicha existencia en terminologías llanas y compatibles con un edonismo filosófico barato.

De vez en cuando pregunta por Susana, se entera de primera mano de lo que está haciendo con su vida y todo porque no termina de decifrar esas miradas furtivas que ella le lanza cada que se lo encuentra o puede verlo de frente. Roberto escudriña los vacíos para no cruzar su mirada con la de ella, impugna, se opone, pero no deja de pensar dentro de su ser que debería de hacerlo y después de recapacitarlo se pregunta: ¿para qué? ¿para qué Roberto?

Susana no es mala, Roberto piensa que solo está confundida por no terminar de entender que el mundo es más que dinero, que es más que un auto último modelo o la ropa de moda que se exhibe en esos aparatosos centros comerciales caros que te invitan a gastar en lo que no necesitas y que terminan por convertirse en la mejor opción para compensar los vacíos. 

Aparte de salir con dos tipos y autoengañarse a si misma, Susana sigue pensando que su triángulo de traición la hace parecer "maquiavélica" por la actitud con que lo platica.

¡Vale madres!, si supiera jugar ajedrez o al menos se interesara por saber quién fue Juana de Asbaje o Rosario Castellanos, me cai que rectificaba su camino... ¡Y no digamos que leyera El Príncipe de Nicolás Maquiavelo!  

Roberto se engaña, se sigue engañando pensando que Susana cambiará algún día. En el fondo traiciona sus propias conjeturas acerca de permitir que sea para si misma lo que desee ser para si misma y también porque en el fondo de su ser, espera un final feliz como esos que solo suceden en las películas "joligudenses".

En ocasiones su razonamiento lo invade, Roberto acepta las realidades y recuerda la vez en que le pagó a una señora un jugo de naranja, ¿cuánto le debo? -preguntó Roberto- siete pesos... Él le dió doce pesos a la señora, esperó que ella  lo corrigiera y al percatarse que no lo hizo y se embolsó rápidamente el dinero y decirle, "gracias", se dijo así mismo: ¡Qué lástima!, por cinco pesos... ¡Qué desilusión! -Eso mismo piensa de Susana, pero recordémoslo: solo cuando su razonamiento lo invade...

¿Porqué nos aferramos a nada? -se pregunta y piensa Roberto- Así deberíamos de pensar y preguntarnos siempre.

FIN

martes, 9 de agosto de 2011

Apegados a lo irreal

Todo cuanto existe en esta sociedad es fingido, adulterado y simulado; pensaba hacia sus adentros Damián. La noche anterior había convivido con varios de sus amigos, o mejor dicho, compañeros de trabajo y la resaca que experimentaba en esos momentos, solo le daba para pensar en un buen trago que aliviara los síntomas propios de quien se ha excedido en los excesos del alcohol.

Cada quien le da sentido a su vida como puede, pero ¿porqué no hacerlo leyendo un buen libro o viendo una película chingona? 

Damián es un tipo práctico que no se clava en pensar más allá de su propia existencia, le molestan las personas que de una u otra manera buscan a toda costa la aprobación de los demás y que aparte intentan desacreditar a otras por medio de comentarios pendejos casi salidos de una vulgar telenovela; también le encabrona que la gente trate de despertar sentimientos autocompasivos en uno que otro comentario que hacen para conseguirlo. Qué güeva, neta...

Si la gente no se clavara tanto en ver lo que hacen los demás, comenzarían a liberarse de ese maldito apego a lo irreal. Pero bueno, al menos el que no hablen de uno equivale a ser peor que hablen mal de uno...

Todas esas reflexiones las concebía días después de dicho convivio y más propiamente por haberse enterado de los comentario hechos hacia su "alcoholizada persona": "que si estaba muy pedo", "que si tomó demasiado", "que si así se iba a ir", "que si..." ¡Pinche gente! Si no hubiera tomado, hubieran dicho que qué mamón y aburrido, es más ¿pa' qué compraron alcohol? ¡jah! El que toma vino, se emborracha, ¿o no? Jojo.

¡Qué mamadas!, neta que eso sucede por alimentarse de telenovelas, reality's show, futbol, revistas de chismes, más pendejas telenovelas, programas de chismes de la farándula y música de esa plagada de letras pendejas y atiborradas de sentimientos inútiles. Para la otra mejor me meto en la cantina de peor reputación, de esas mal llamadas de "mala muerte"; al menos ahí los borrachos entran para encontrarse con sus propios demonios y para fraternizar con los de los demás, ¡oh, sí!