Ya casi se termina el mes de enero, el tiempo es efímero y relativo. Recuerdo que el 2011 se esfumó como un billete de $500.00 pesos después de utilizarlo para comprar cualquier chuchería. En ocasiones pienso que la mejor manera de ver perder el tiempo, es introduciendo cualquier alimento en el microondas, programar el tiempo necesario para calentarlo y distraerse en cualquier otra tarea para después volver a mirar los números en conteo descendente y saber que en menos de nada, han transcurrido: 2, 3, 4, 5 o los minutos necesarios y previamente programados en el aparato.
Es curioso, pero así como aprendimos a calcular los periodos de tiempo en que las distintas estaciones del año nos manifiestan el grado de temperatura que tiene nuestro planeta al girar alrededor del sol, también hemos olvidado que somos una ínfima partícula en expansión dentro de un Universo en constante movimiento: no somos nada.
Así como aprendimos dichos cálculos, también nos inventamos realidades alternas para resistir y tolerar nuestra triste realidad de vacíos simples y a la vez complejos: nos inventamos dioses, nos autodefinimos como seres humanos, inventamos términos a nuestra conveniencia y todo lo necesario para autosatisfacernos en esta simple aventura de movimiento y expansión sideral. ¡Vaya!, hasta fuimos capaces de mantener un equilibrio sin quererlo: somos buenos y malos a la vez y en la medida necesaria para sentirnos bien con nosotros mismos.
Así han transcurrido los días de mi vida: termina un año, comienza otro... termina uno, comienza otro y así sucesívamente como un frenesí de movimientos circulares y viciosos...
La vida es simple, considero que es tan simple que terminamos por corromperla. Inconscientemente la vivimos esperando que transcurra lo más rápido posible y comenzamos un nuevo periodo esperando que con prontitud y celeridad avance... enero (pagar deudas), febrero (que bueno que ya terminó enero), marzo (comienza el calorcito y las vacaciones), abril (vamos a mitad de camino), mayo (¡Puto calorón!), junio (malditas lluvias y bochorno), julio (a mitad de camino), etc., etc., etcétera...
Llegamos a fin de año para celebrar las fiestas necesarias y congratularnos en la época que nos ocupa en recetarnos buenos deseos sin darnos cuenta que con nuestras aceleradas actitudes por ver transitar al tiempo lo más rápido posible; perdimos lo verdaderamente importante: nos mantuvimos alejados los unos a los otros y, lo peor, alejados de nosotros mismos. ¡Traición!, ¡traición!... ¡Vah! ¿A quién le importa?
No odio que se termine un año con el último mes del mismo llamado diciembre y mucho menos odio a la navidad. Lo que odio, es que la gente con la cual conviví durante 365 días constituídos en 12 meses, se abran un espacio dentro de los espacios que compartimos durante el mismo lapso de tiempo y me deseen así porque sí, y con simples y vulgares palabras: "buenos deseos" (cuando en los meses anteriores, su comportamiento fue inversamente proporcional a las palabras que se utilizan para seguir llevando a cabo un simple acto obligado porque la sociedad así lo dictamina...) ¡Patrañas! ¡hipocresía! ¡falsa retórica!
¡Feliz año nuevo! ¡feliz comienzo de una nueva era! ¡voluntad para ser noblez! ¡congratulaciones por seguir vivos! ¡honor! ¡dignidad! ¡sentido de la justicia! Y al menos, en lo que me corresponde, la promesa necesaria para seguir siendo la misma persona que conocen en el tiempo vivido y por seguir viviendo. En evolución y mejorías constantes... ¡Salud!
Porque esos, son mis verdaderos buenos deseos...
Gaaaaaaay!!
ResponderEliminar